Llega el final, y como siempre los nervios salen a flor de piel como el primer día…
Las palabras se cruzan, los sentimientos se confunden, los desconocidos han dejado de serlo y parece que el tiempo es tan sólo un vago recuerdo de nuestras mentes intangibles.
El día comienza lento, como de costumbre; unas pocas miradas se cruzan en el comedor, datos aparentemente despreciables se vuelven más importantes que nunca y risitas ansiosas buscan una mirada de apoyo ante el inminente drama.
Las presentaciones se suceden con normalidad: algunas son serias, otras más lúdicas y en la mayoría no faltan las risas y los recuerdos.
Los recuerdos, los trabajos, los avances y los aplausos se unen en un súmmum de desesperación, ansiedad, alegría y éxtasis.
Más tarde vagamos como almas errantes por las calles de Barcelona buscando las últimas sonrisas y recuerdos que almacenar en el baúl de esta maravillosa experiencia.
Y cuando llega la hora de las despedidas nadie sabe cómo hacerlo sin pensar en la persona que tiene en frente como un amigo.
Sólo cabe añadir a este breve interludio que nunca olvidaremos las sensaciones vividas aquí.
Por: Fco. Javier Bielsa González