Tras una noche de trabajo, estrés y muchos nervios, por fin llega el gran día, llega el momento de las presentaciones.
Después del desayuno nos montamos en el autobús rumbo a la facultad de matemáticas, lugar donde los chavales tendrán que exponer los trabajos que realizaron la primera semana, explicar las conclusiones sacadas y, en definitiva, demostrar lo aprendido.
Los nervios duraron hasta la misma puerta del aula dónde se realizaban las exposiciones. Los papeles en sucio con explicaciones y gente recitando lo que tendrían que exponer en pocos minutos eran cosas comunes en esos momentos.
Finalmente entramos y, tras unas breves palabras del decano de matemáticas, comenzaron las exposiciones.
Fueron geniales, los chicos demostraron que no solo eran inteligentes y trabajadores, sino que además sabían demostrarlo delante de los más altos cargos de las facultades a las que pertenecían sus proyectos, y eso que no fue fácil, pues no faltaron los típicos errores con el ordenador (por ejemplo, a un grupo se le apagó en mitad de la presentación), pero supieron salir del paso con tranquilidad e incluso sacando alguna carcajada al público. Tanto es así, que hasta los profesores lo hicieron notar en sus comentarios finales.
Cuando acabaron las presentaciones llovieron felicitaciones por parte de todos, sin duda se habían superado las expectactivas de hasta los más optimistas.
Finalmente habló de nuevo el decano de matemáticas dando por concluido el Campus Científico de la primera quincena.
Ya con la tranquilidad del trabajo bien hecho fuimos a comer y luego a descansar al colegio mayor, un descanso tan necesario como merecido.
Durante la tarde y después de cenar hubo tiempo libre para ir a la piscina, escrbir cargas, jugar los partidos de los torneos de ping-pong, futbolín y billar, y hacer la maleta.
Por la noche se jugaron las apasionantes finales de los torneos (en los que, por cierto, no ganó ningún monitor), se entregaron las dos toneladas y media de cartas que se habían enviado y se procedió a la entrega de premios, a las que le siguió otra, pero esta muy diferente. Los monitores organizamos una pequeña gala en la que, disfrazados, premiábamos algunas cosas características y curiosas que habían pasado en el campus, como una chavala que no se separaba de su Blackberry o a los que más habían ayudado a los demás. Las risas y el buen rollo invadieron nuestra sala de juegos durante la media hora que duró la gala.
Cuando finalizó, empezó la fiesta. Patatas y refrescos para todos, y tráfico de camisetas y rotuladores para fimarlas. Parecía que nadie quería dejarse un hueco sin escrbir y desperdiciar espacio para otra dedicatoria.
Fue una noche de risas, pero a medida que se acercaba la despedida, también llantos. Aunque el cansancio acumulado hacía mella, nadie se quería ir a la cama, en ese momento solo existía la necesidad de aprovechar los últimos minutos con aquéllos desconocidos que de repente se habían convertido en grandes amigos.
Poco a poco el cansancio se fue imponiendo hasta que finalmente nos fuimos a la cama, a dormir algunas horas antes de empezar el fatídico día, el día de la despedida.
Después del desayuno nos montamos en el autobús rumbo a la facultad de matemáticas, lugar donde los chavales tendrán que exponer los trabajos que realizaron la primera semana, explicar las conclusiones sacadas y, en definitiva, demostrar lo aprendido.
Los nervios duraron hasta la misma puerta del aula dónde se realizaban las exposiciones. Los papeles en sucio con explicaciones y gente recitando lo que tendrían que exponer en pocos minutos eran cosas comunes en esos momentos.
Finalmente entramos y, tras unas breves palabras del decano de matemáticas, comenzaron las exposiciones.
Fueron geniales, los chicos demostraron que no solo eran inteligentes y trabajadores, sino que además sabían demostrarlo delante de los más altos cargos de las facultades a las que pertenecían sus proyectos, y eso que no fue fácil, pues no faltaron los típicos errores con el ordenador (por ejemplo, a un grupo se le apagó en mitad de la presentación), pero supieron salir del paso con tranquilidad e incluso sacando alguna carcajada al público. Tanto es así, que hasta los profesores lo hicieron notar en sus comentarios finales.
Cuando acabaron las presentaciones llovieron felicitaciones por parte de todos, sin duda se habían superado las expectactivas de hasta los más optimistas.
Finalmente habló de nuevo el decano de matemáticas dando por concluido el Campus Científico de la primera quincena.
Ya con la tranquilidad del trabajo bien hecho fuimos a comer y luego a descansar al colegio mayor, un descanso tan necesario como merecido.
Durante la tarde y después de cenar hubo tiempo libre para ir a la piscina, escrbir cargas, jugar los partidos de los torneos de ping-pong, futbolín y billar, y hacer la maleta.
Por la noche se jugaron las apasionantes finales de los torneos (en los que, por cierto, no ganó ningún monitor), se entregaron las dos toneladas y media de cartas que se habían enviado y se procedió a la entrega de premios, a las que le siguió otra, pero esta muy diferente. Los monitores organizamos una pequeña gala en la que, disfrazados, premiábamos algunas cosas características y curiosas que habían pasado en el campus, como una chavala que no se separaba de su Blackberry o a los que más habían ayudado a los demás. Las risas y el buen rollo invadieron nuestra sala de juegos durante la media hora que duró la gala.
Cuando finalizó, empezó la fiesta. Patatas y refrescos para todos, y tráfico de camisetas y rotuladores para fimarlas. Parecía que nadie quería dejarse un hueco sin escrbir y desperdiciar espacio para otra dedicatoria.
Fue una noche de risas, pero a medida que se acercaba la despedida, también llantos. Aunque el cansancio acumulado hacía mella, nadie se quería ir a la cama, en ese momento solo existía la necesidad de aprovechar los últimos minutos con aquéllos desconocidos que de repente se habían convertido en grandes amigos.
Poco a poco el cansancio se fue imponiendo hasta que finalmente nos fuimos a la cama, a dormir algunas horas antes de empezar el fatídico día, el día de la despedida.