Con el recuerdo aún presente de quienes se fueron la semana pasada, hemos recibido a una nueva hornada de adolescentes con ilusiones renovadas, en un ciclo que ya nos es conocido a los monitores, en este día comienzan a forjarse los vínculos entre quienes ahora son casi desconocidos, pero que al final de esta semana acabarán siendo amigos inolvidables para el resto de sus vidas.
Cumpliendo con el plan establecido, nos hemos dirigido al Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo, en él se ha dado la bienvenida a los participantes, se les ha dividido en grupos y se les han presentado los diferentes proyectos que en los próximos días desarrollaran. Tras esto, han podido disfrutar de una visita guiada por los diferentes lugares del Edificio, en donde han conocido parte de la historia vinculada a la Universidad de Oviedo, empezando como no por su fundador, Valdés Salas.
Ya con los deberes hechos, nos hemos dirigido a la residencia para continuar el ciclo infinito de la patata durante la comida, el cual ya llevamos padeciendo los monitores más de tres semanas. Y sin tiempo que perder, hemos vuelto al Edificio Histórico, que empieza a parecerse casi a nuestra segunda residencia en Oviedo. Allí los alumnos, con vistas a la exposición del viernes, han recibido unas pautas generales de cómo hablar en público y plantear la presentación de los trabajos que van a realizar a lo largo de la semana. Por último, los participantes, con las caras algo más decaídas que por la mañana como consecuencia del cansancio, han conocido los sitios más emblemáticos del casco histórico de la ciudad, entre los que cabe destacar la catedral de Oviedo, o como nosotros la conocemos la "tullida", en un día soleado, algo por otro lado, no demasiado frecuente por Asturias.
Finalmente, en la residencia hemos cenado (el ciclo de la patata continua) y hemos realizado una velada científica, en la cual hemos deleitado a los participantes con unos experimentos de forma dinámica y participativa.
Mañana, más y mejor, o al menos eso esperamos.