Las primeras palabras son siempre complicadas,
especialmente cuando se trata de una despedida. Aún recuerdo el momento en el
que llegué aquí: algo nerviosa, expectante, ilusionada, pero desconociendo que
iba a vivir los mejores cinco días de mi vida. Cuando llegué a la residencia
universitaria conocí a los que iban a ser mis compañeros, mis amigos, en esta
inolvidable aventura. Para nada mi cabeza logró hacerse una idea de lo que iba
a llegar más tarde; pero qué le vamos a hacer, si alargamos las noches siguientes
hablando, riendo y disfrutando de cada minuto como si fuese el último. Mis
científicos, gracias, de verdad, mil y una veces gracias. Por las risas, las
tonterías, el aprendizaje, el proyecto científico, cada día aprendiendo y
disfrutando de cada actividad. Hacía mucho tiempo que no me encariñaba con
alguien tan rápido. Sois geniales, divertidos, locos, atentos, increíbles. Pero
esa no ha sido lo mejor de todo. Me habéis contagiado vuestras ganas de seguir
aprendiendo, de soñar, de luchar por poder estudiar lo que realmente creo que
es mi pasión.
Apuntarme aquí comenzó como un sueño, una forma
diferente de utilizar una semana de mis vacaciones hasta que aparecisteis. Y
enseguida nuestros profesores, nuestro día a día en la universidad, nuestras
excursiones a la playa, a Cartagena o en catamarán, se encargaron de hacernos
saber que esta semana no iba a ser una semana de campamento común, como pueda
ser en otros lugares.
Tal vez no seamos como los demás, tal vez nos llamen
frikis o bichos raros. Olvidémoslo porque todos y cada uno de vosotros me
habéis demostrado que solos tal vez no seamos tan sumamente divertidos,
asombrosos… Pero juntos sois el mejor grupo que he conocido nunca. Del norte al
sur, del este al oeste, en diagonal y en paralelo. No sé si nuestros caminos se
volverán a cruzar, puede que sí o puede que no, pero tengo claro que lo que
hemos tenido oportunidad de hacer esta semana en la Universidad de Murcia no lo
podremos repetir nunca.
Tampoco me puedo olvidar de ellos: los tres
mosqueteros esos, que, a pesar de llevar dos semanas aquí, han aguantado
nuestros gritos, nuestras impuntualidades, nuestras interminables locuras
nocturnas. Aquí siguen, y seguirán para otros 30 afortunados más: María, Laura
y Álvaro. Podría estar hablando de vosotros otras tres o cuatro caras, pero me
gustaría decirles gracias, gracias por contagiarnos entusiasmo, gracias por las
anécdotas, por los chistes malos, gracias por ser uno más de nosotros, por ser
nuestros hermanos mayores.
Y bueno, nunca quise irme, las palabras sobran, pero
no está de más recordaros que sois lo mejor. Por favor, no cambiéis nunca.
Llegué aquí un 14 de julio con la maleta llena de ropa, y hoy me voy sabiendo
que me marcho con la maleta llena de recuerdos, de momentos únicos, de amigos
que se han convertido en mi otra familia. Os llevo en el corazón, gracias por
regalarme esta experiencia inigualable e irrepetible. Siempre me acordaré de
vosotros. Ojalá nos encontremos dentro de unos años, ojalá nos dediquemos a
aquello que amamos y podamos alcanzar todas nuestras metas universitarias como
este campus nos ha enseñado. Siempre seréis mis campuseros, siempre. Os quiero.
Esto no es un adiós, es un ¡hasta pronto,
científicos!