lunes, 22 de julio de 2019

Palabras de Isabel Fernández, participante del Campus Mare Nostrum, del Turno 3


Las primeras palabras son siempre complicadas, especialmente cuando se trata de una despedida. Aún recuerdo el momento en el que llegué aquí: algo nerviosa, expectante, ilusionada, pero desconociendo que iba a vivir los mejores cinco días de mi vida. Cuando llegué a la residencia universitaria conocí a los que iban a ser mis compañeros, mis amigos, en esta inolvidable aventura. Para nada mi cabeza logró hacerse una idea de lo que iba a llegar más tarde; pero qué le vamos a hacer, si alargamos las noches siguientes hablando, riendo y disfrutando de cada minuto como si fuese el último. Mis científicos, gracias, de verdad, mil y una veces gracias. Por las risas, las tonterías, el aprendizaje, el proyecto científico, cada día aprendiendo y disfrutando de cada actividad. Hacía mucho tiempo que no me encariñaba con alguien tan rápido. Sois geniales, divertidos, locos, atentos, increíbles. Pero esa no ha sido lo mejor de todo. Me habéis contagiado vuestras ganas de seguir aprendiendo, de soñar, de luchar por poder estudiar lo que realmente creo que es mi pasión.


 

Apuntarme aquí comenzó como un sueño, una forma diferente de utilizar una semana de mis vacaciones hasta que aparecisteis. Y enseguida nuestros profesores, nuestro día a día en la universidad, nuestras excursiones a la playa, a Cartagena o en catamarán, se encargaron de hacernos saber que esta semana no iba a ser una semana de campamento común, como pueda ser en otros lugares.





Tal vez no seamos como los demás, tal vez nos llamen frikis o bichos raros. Olvidémoslo porque todos y cada uno de vosotros me habéis demostrado que solos tal vez no seamos tan sumamente divertidos, asombrosos… Pero juntos sois el mejor grupo que he conocido nunca. Del norte al sur, del este al oeste, en diagonal y en paralelo. No sé si nuestros caminos se volverán a cruzar, puede que sí o puede que no, pero tengo claro que lo que hemos tenido oportunidad de hacer esta semana en la Universidad de Murcia no lo podremos repetir nunca.




Tampoco me puedo olvidar de ellos: los tres mosqueteros esos, que, a pesar de llevar dos semanas aquí, han aguantado nuestros gritos, nuestras impuntualidades, nuestras interminables locuras nocturnas. Aquí siguen, y seguirán para otros 30 afortunados más: María, Laura y Álvaro. Podría estar hablando de vosotros otras tres o cuatro caras, pero me gustaría decirles gracias, gracias por contagiarnos entusiasmo, gracias por las anécdotas, por los chistes malos, gracias por ser uno más de nosotros, por ser nuestros hermanos mayores.




Y bueno, nunca quise irme, las palabras sobran, pero no está de más recordaros que sois lo mejor. Por favor, no cambiéis nunca. Llegué aquí un 14 de julio con la maleta llena de ropa, y hoy me voy sabiendo que me marcho con la maleta llena de recuerdos, de momentos únicos, de amigos que se han convertido en mi otra familia. Os llevo en el corazón, gracias por regalarme esta experiencia inigualable e irrepetible. Siempre me acordaré de vosotros. Ojalá nos encontremos dentro de unos años, ojalá nos dediquemos a aquello que amamos y podamos alcanzar todas nuestras metas universitarias como este campus nos ha enseñado. Siempre seréis mis campuseros, siempre. Os quiero.

Esto no es un adiós, es un ¡hasta pronto, científicos!